SEVILLA

Esta singular vivienda está situada en un edificio único: El edificio Todogoma. En Adriano 34, esquina con Paseo de Colón y lindante en su parte trasera, con Genil. Un precioso palacete típicamente sevillano de principios de siglo pasado y protegido por su valor histórico artístico. Diseñado y construido por Espiau, genial arquitecto, entre cuyas obras se encuentra el Hotel Alfonso XIII, construido entre 1916 y 1928, por encargo de Su Majestad, el Rey, con motivo de la Exposición Iberoamericana de 1929 y con el que guarda, en muchos de sus detalles ornamentales, un innegable parecido estilístico. (Ver)

Parecido que se comprueba, como se aprecia en la foto de la derecha, en la forma de sus balcones, hornacinas superiores, torreones, miradores o incluso, en los remates cerámicos del tejado, jugando de forma soberbia con materiales comunes como el ladrillo, azulejos, maderas, cerámicas y forjas, combinados en un todo armonioso y señorial, como sólo él supo hacerlo.

El edificio Todogoma está en Sevilla. Ciudad andaluza por excelencia. Y a la vez, universal. Su cultura, su pasado y presente, la han convertido en una de las ciudades más bellas del mundo. El centro histórico: un conjunto monumental sin igual. Maremagnum de edificios singulares, arte y monumentos. Embrujo y misterio... El mismísimo paso de los siglos. Huella de civilizaciones que la esculpieron, piedra a piedra... Y se enamoraron de ella. Pueblos y culturas refundidos, de forma  única... Sevilla... Esplendor de un pasado, no tan lejano. Cuando su puerto era el primero de Europa... Río Grande: el Guadalquivir.  

Esta bella obra de Espiau (recientemente recuperada para la ciudad en un proceso de  rehabilitación ejemplar)  está en su centro más monumental. Como espectador de las bellezas que atesora. Observador impasible, desde sus miradores y balcones, de la Giralda, Catedral, Torre del Oro, Puente de Triana, Marques de Contadero, calle Betis... Triana entera. Reflejándose en el Río, a cincuenta metros de la Maestranza. Vistas únicas de una ciudad única, en un edificio único. 

Pero Sevilla es mucho más que un conjunto monumental. Sobrepasa su propia historia. Para entenderla, hay que pasearla. Podemos hacerlo, a partir de este hermoso lugar. Además de sus bellos monumentos o históricas piedras, cuenta con inolvidables rincones, plazas, callejuelas, que unidas al olor a azahar o jazmín y al sonido de sus fuentes, cautivan al paseante... Y lo trasladan siglos atrás.  

El entramado de calles, la cal de sus fachadas... las flores en sus balcones, hacen de ella, una ciudad irrepetible. Arte romano, árabe, mudéjar, gótico, barroco, plateresco, regionalista, costumbrista... modernista. Refundidos en algo único. Un bello capricho de la historia, para disfrutar, simplemente, contemplándola. Desde un balcón sevillano. O desde uno de los miradores de este espléndido edificio.  

Ocio y trabajo. Fiesta y folclore. Un pueblo laborioso, forjado en una forma peculiar de vivir la vida. De entenderla. De disfrutarla en un paseo, a la orilla del río. O en la contemplación de su infinita belleza. Pueblo abierto hacia fuera. Acogedor, desde dentro. Orgulloso de las maravillas que heredó. Cultura y tradición únicas.  

Feria de Abril: manzanilla, albero. Caballo y amazona. Farolillos, traje de gitana... sevillanas. Calle del infierno, algodón de azúcar y Portada Principal. Tarde de toros, a dos pasos de la vivienda. Mantillas blancas y largos olés. Semana Santa, según Sevilla: barroco, historia, incienso y azahar. Tambores y trompetas. Costaleros, penitentes. Cruz de guía. Ciriales, palio y levantá. Mantilla. Balcón de un bello edificio y Nodo. Joya maestra de nuestro Siglo de Oro... Antes incluso... Martínez Montañés, Roldana, Mena y Lastrucci. Explosión de arte y devoción única, como sólo sabe entenderla el pueblo de Sevilla. Cruces de mayo: chiquillería y geranio. Rocío: Hermandad de Sevilla y Triana. Simpecado, caballos y bueyes, para honrar a la Blanca Paloma, más allá de las marismas. Corpus Christi: pétalo y tradición que, junto al Jueves Santo y la Ascensión, brilla y reluce más que el sol. Inmaculada: Tierra de María Santísima. Plaza y Tuna. Noche de luna llena y clavelitos. 

Calle Sierpes, trasiego y tiendas de toda la vida. La primavera (azahar y jazmín), redescubierta en un coche de caballos...Y pequeñas plazas y callejones escapándose a su paso. Palacio Arzobispal, San Telmo, Fábrica de Tabacos, hoy Universidad. Alfonso XIII, Jardines de Cristina... Venerables, Hospital de la Caridad y Valdés Leal. Teatro de la Maestranza. Ciudad inspiradora de óperas, de cuentos... de sueños árabes y cristianos. Ilusiones sevillanas. Carmen, El Barbero... Don Juan... Una pura maravilla, para vivirla desde un edificio único.

Sus fiestas, su color... Mucho más. Para conocer Sevilla, hay que disfrutar de sus barrios: el de Santa Cruz: antigua judería, calles estrechas, paredes blancas. Fachadas simples de impecable composición con el forjado de las rejas de sus ventanas. Antesala de un patio de mármol, columnas, azulejos, fuente central y un naranjo... Y el jazmín y la dama de noche. Plantas obligadas. Triana, contemplada desde el salón de la vivienda, reflejándose en el río: barrio antiguo, alfarero. Cerámica y pescaito frito. Y al fondo, la calle Betis. Virgen dolorosa de mil nombres, estrella y esperanza nuestra, Madre que llora por su Hijo expirante... muchos nazarenos. Chiquillería gozosa de un Domingo de Ramos. Cuna de buenos toreros. Desde cuyo Puente de Isabel II, se asoma la Plaza de Toros de la Maestranza, templo supremo. San Bernardo. Puerta de Carmona. San Gil. Encarnación... 

Postigo, Plaza de San Francisco, Ayuntamiento, Adriática y Gran Hotel de la Plaza del Sacrificio (otros dos bellos caprichos de Espiau), Palacio Arzobispal. Y el barrio del Arenal, en su centro histórico y monumental: Baratillo y Piedad. Frontera de las antiguas Sevilla y Triana.

La defensiva Torre del Oro, ahora, Museo Naval, vista desde el mirador del edificio. Construida en 1221 por el último gobernador almohade y almacén de tesoros, provenientes de las Indias. Desde su pie y hasta la otra orilla, corría una cadena, que cerraba o abría la entrada al puerto. Y en su portal de entrada... dos cañones de bronce.

Y a un paso de la casa: la Giralda, el más emblemático de los minaretes árabes, convertido en torre cristiana por el rey santo y símbolo de la ciudad. Otra sus maravillosas vistas. Pura armonía... Mirando de cerca a los Reales Alcázares, Archivo de Indias y su Catedral gótica, la tercera del mundo cristiano. Aquella a la que se añadió, en su real orden de construcción, una nota que decía: “que los que nos vieran facerla, pensaren que estamos locos”. Altar Mayor, Virgen de los Reyes y capilla con su nombre. Miserere. Seises bailando al Santísimo Sacramento. Patio de los naranjos. A cinco minutos de la vivienda.

Y el Parque de María Luisa. Joya romántica de la jardinería. Con sus fuentes y rincones únicos. Como la grandiosa Plaza de España o el Pabellón Mudéjar, entre otros bellísimos edificios de 1929. La plaza de América y sus palomas. Los Jardines de Murillo, bordeando las murallas antiguas de la ciudad, una noche de Martes Santo.  

Mezcla de culturas. Historia. Grandiosidad. Se llenarían demasiadas páginas, con la enumeración de sus tesoros. Romanos y fenicios, Hércules y sus columnas, Itálica e Híspalis, Argantonio y el Carambolo... la legendaria Tartessos. Taifa de las mil y una noches... Ni los versos de Almutamid, rey y poeta, pueden hacer justicia.  

Pero Sevilla es también una ciudad moderna, dotada de las más completas infraestructuras: ave, aeropuerto, red de trasportes, futuro metro, circunvalaciones, puentes, centros de negocios, hoteles, universidad, zonas verdes, parques de ocio y de atracciones, Isla Mágica, centros comerciales, de convenciones, teatros y mucho más.  

Una ciudad de ensueño, para vivir. Para vivirla en un edificio singular, en un lugar privilegiado. Un edificio, como el antiguo palacete, situado entre las calles Adriano, Genil y Colón. Frente al río. Bellísima edificación regionalista, con la solera de los años, pero con los lujos y las comodidades de ahora. Una de las más notables obras de Espiau. Privilegio único, en el centro de esta hermosa ciudad. Desde donde podemos divisar sus monumentos más emblemáticos. Maravillosas vistas de una ciudad irrepetible, en un edificio único. Con calidades de gran lujo. Un sueño para vivirlo. En un emplazamiento único y privilegiado: Una joya arquitectónica, en pleno centro de Sevilla, que se refleja, como en un espejo, en el mismísimo Guadalquivir. El enclave, por su localización singular, es único en toda la ciudad. 

El Paseo de Colón, sobre el Río Guadalquivir y frente a la trianera Calle Betis, se dibuja como arteria principal que cruza la ciudad, desde donde podemos disfrutar, a cien metros del edificio, de la majestuosidad de la monumental Plaza de Toros de la Real Maestranza de Caballería, visitar el Teatro de la Maestranza, pasear por el Paseo de Marques de Contadero bordeando el río, cruzar a Triana por el Puente de Isabel II o contemplar la mismísima Torre del Oro, desde el mirador del edificio. A la altura y en esquina con la popular Adriano, a pocos metros de la Iglesia del Baratillo, cuya hermosísima imagen de La Piedad bendice el Miércoles Santo Sevillano. Camino obligado en Semana Santa, de tantas y tantas Hermandades, procedentes de Triana y otras zonas de Sevilla. Y en su parte trasera... Genil, frente al antiguo Mercado de Entradores, en el maestrante barrio sevillano del Arenal.  

A cinco minutos de la Santa Iglesia Catedral y con unas hermosísimas vistas sobre los monumentos o construcciones más emblemáticos de esta hermosa ciudad: Giralda, Catedral, Torre del Oro y Puente de Isabel II. Un auténtico capricho para vivirlo.